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Columna
*El valor del voto
*El respeto al derecho ajeno
*Cargando el Venado
Lic. Raul Campoy Robles.
NAVOJOA, SONORA. MARZO 08 2009.- Pocas horas antes de este domingo --fecha muy esperada por l a familia priista sonorense-- redacto mi columna semanal donde comento sobre los últimos acontecimientos de la región, en este caso del estado de Sonora, México, y es obligatorio citar el valor del voto, el respeto al derecho ajeno que bien puede calificarse como un tema trillado pero que reviste un valor incalculable para la vida democrática del país.
A mas tardar a las 20 horas de este domingo los sonorenses contaremos con un candidato oficial del PRI a la gubernatura de Sonora cuyo nombre está entre ALFONSO ELIAS SERRANO -- EL VAQUERO-- Y ERNESTO GÁNDARA CAMOU -- EL BORREGO--. El brazo de uno de ellos será levantado, casi puedo asegurarlo por ROBERTO RUIBAL ASTIAZARÁN, Dirigente estatal del PRI. Y se convertirá en el principal enemigo a vencer por GUILLERMO PADRÉS, ahora el hombre más fuerte del PAN para contender por la candidatura del PAN a la gubernatura de Sonora.
Los politólogos de la región vaticinan -- y ojalá no se equivoquen -- un proceso electoral tranquilo y de respeto; ya lo dijo JAVIER BARRÓN TORRES, alcalde interino de NAVOJOA, que a temprana hora acudirá a ejercer su derecho al voto y que también espera que el resto de la ciudadanía haga lo mismo en un ambiente de civilidad. Las boletas que con anterioridad fueron recibidas en LA PERLA DEL MAYO por el dirigente del PRI, JUAN VIGUERIAS SOTO desde temprana hora fueron remitidas a sus destinos. Sólo esperamos resultados y que gane el mejor, Bien.
A propósito de esta fecha, en que también se celebra el DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER -- aprovecho para felicitar a mis lectoras, clientes, amigas y a las mujeres en general -- publico una historia reflexiva que se titula CARGANDO EL VENADO en la que se aborda el tema del respeto y el trabajo ajeno, muy relacionado con las votaciones de este domingo; espero sea de su agrado.
CARGANDO EL VENADO
Estaba un hombre a la orilla del camino sentado en una piedra, bajo la sombra de un frondoso huanacaxtle. Se le miraba triste, meditabundo, cabizbajo; casi, casi a punto de soltar el llanto.
Así lo encontró su compadre y amigo de toda la vida, quien acongojado al verlo en tales fachas, le preguntó el motivo, causa o razón que ocasionaba que él se encontrara en situación tan deprimente.
--¡Ay! Compadre—contestó el interpelado, --¡tu comadre! ¡Tu comadre! Esta noche la mato o la suicido, pero de que se muere, se muere.
--No la amueles compadre, mejor platícame, porqué la quieres matar, a lo mejor te puedo ayudar a encontrar una mejor solución al problema.
El compadre, después de limpiarse sus ojos todos llorosos y su nariz moquienta, empezó con su relato.
--Mira compadre, tú sabes que somos muy pobres y en tu humilde casa la única forma de acompañar los frijoles es con un pedazo de carne que tengo que conseguir yendo de cacería al monte. Me tengo que ir con mi vieja escopeta, pasar varios días de sufrimiento y penalidades, salvándome de milagro de los peligros del monte, esquivando víboras, al tigre y la onza, soportar la terrible comezón que me producen las guiñas, garrapatas y piquetes de moscos, y por si esto fuera poco, aguantar cómo me caía hasta los huesos el frío y la soledad de las noches. Luego, por fin, si la suerte me socorre y logro cazar un venado, todavía tengo que cargarlo hasta el rancho y subir la cuesta de la loma donde está mi casa.
Todavía no alcanzo resuello cuando aparece mi señora con el cuchillo en la mano e inmediatamente empieza a repartir el venado entre vecinos y familiares. Que una pierna pa' doña Juana, que otra pa' doña Cleo, que este lomito pa' mi mamá, que esto pa'llá, que esto pa'cá y a los dos o tres días allí va tu tonto otra vez de cacería. ¡Pero ya me cansé y esta noche mínimo las desmechoneo!
El compadre de aquél iracundo desdichado, después de meditar un momento le dio la solución:
INVITA A TU MUJER A CARGAR EL VENADO
--¿¡Qué!?
-Sí, sí. Mira. Nomás no le digas las madrizas que te pones para cargar el venado. Mejor píntasela bonito. No le hables de las espinas ni los peligros, ni del frío ni el calor. Dile que la invitas a la cacería para que disfrute de los bellos paisajes, del esplendor de las estrellas que te cobijan en la noche, de los manantiales cristalinos que reflejarían románticamente sus imágenes, de sus exquisitas aguas, del aire fresco del monte, lleno de oxígeno, de la graciosa manera en que camina el venado, como si fuera un bailarín de ballet, el dulce canto de los grillos y los pajarillos silvestres, en fin.
El compadre siguió el consejo. Por supuesto la convenció. La mujer, entusiasmada, se fue con la falda larga hasta el tobillo. Al cruzar el primer "aguamal" se redujo a minifalda porque la prenda quedó desgarrada entre las púas. La blusa le quedó toda "chiruda". El calzado se le rompió por los difíciles caminos y las piedras y las espinas la hicieron sangrar. Las "guinas" y "guachaporis" los traía por todo el cuerpo. El sol le quemó la piel. El pelo se le maltrató: le quedó tieso y desparramado como estropajo. Las manos le quedaron encallecidas al abrirse paso entre el espeso monte. Toda chamagosa, estuvo a punto de sufrir un infarto al toparse con una enorme víbora. Muerta de hambre, su imagen parecía sacada de un cuento de ultratumba.
Por fin, después de tantos martirios, un día encontraron al venado. Ella tuvo que contener el aliento y el hombre sigiloso, con la astucia y agilidad de un gato, se acercó a su presa, y con la mirada de un lince localizó el blanco justo para liquidar al escurridizo animal. ¡Bang! Y el venado había muerto. La mujer no cabía de júbilo pensando que su sufrimiento había terminado, pero no era así.
--Ahora, mi amor, quiero que cargues el venado para que veas lo bonito que se siente -- le dijo el hombre masticando rabiosamente cada una de sus palabras.
La mujer casi se desmaya ante la desconocida mirada asesina de su marido, pero ante la desesperación por regresar a su hogar no tuvo aliento ni para replicar y cargó el venado hasta su casa cruzando veredas y montañas. Despatolada, con las piernas abiertas, jadeando y casi muerta, a punto de tronarle el corazón, llegó y depositó el animal en la sala de su casa.
Los niños y sus amiguitos, hijos de los vecinos, salieron a recibir a sus papás cazadores y acostumbrados a la repartición, le dijeron a su mamá con alegría:
--Mamá, apúrate a repartir el venado porque la mamá de Pepito ya está desesperada.
--¿Qué pedazo le llevo a mi tía?, le dijo otro.
La señora, tirada en el piso, hizo un esfuerzo sobrehumano para levantar la cabeza y con los ojos inyectados de sangre volteó a ver a los niños y agarrando aire hasta por las orejas, les gritó:
--Este venado no me lo toca nadie y tú Pepito, ve y dile a tu mamá que vaya mucho a * & % $ ·) * ") ºº ç
"REFLEXIÓN"
Para valorar el esfuerzo ajeno y respetar en su real dimensión el trabajo de los demás, todos debemos aprender a "cargar el venado".
La experiencia adquirida con el paso de los años nos ha enseñado que solo se valora aquello que se ha adquirido como resultado de nuestro trabajo, que solo cuidamos aquello que nos ha costado esfuerzo, sudor y sacrificio. De ahi que, como ciudadanos responsables debemos cuidar el valor de nuestro voto y denunciar cualquier ilícito para evitar el fraude.
Por que Comunicar es Nuestro Privilegio. Por su atención gracias.