Paola Fuentes
Mi vida… mi perfil de
internet
En los últimos años las redes sociales
han tenido gran popularidad entre jóvenes, pero ha sido tal su éxito que ahora
no sólo los jóvenes las utilizan, sino también las personas adultas y hasta los
niños; incluso se ha convertido en buen medio para que las empresas promuevan
sus productos y servicios.
Pero más allá de las ventajas
económicas que se puedan obtener, las redes sociales son un extenso tema
que da mucho de qué hablar. Para algunos expertos se trata de una gran
herramienta en la vida de las personas, mientras que para otros es una amenaza
que promueve graves delitos, pero en este caso hablaré sobre algo que llama mi
atención, y me refiero al aislamiento que genera en algunas personas.
Existe un clásico comentario que ha
sido el centro de diversos chistes en el cual se hace referencia a que se
tienen 4 mil 500 amigos agregados a la página personal y en el mundo real no se
tiene ninguno, y sí, para muchos, esto sólo es un buen chiste, pero para
algunos es meramente su realidad.
Las redes sociales contribuyen a que
personas que tienen serios problemas de inseguridad y autoestima se
aíslen aún más, pues les permiten relacionarse con otros a través de una
pantalla y de un teclado, sin necesidad de exponerse físicamente, y con la
facilidad de mentir cuanto quieran al grado de vivir la fantasía que consideran
jamás podrán tener en persona.
Y al hablar de aislamiento también me
refiero a la división que he observado en los hogares, y en los grupos de
amigos, ya que a pesar de que en muchas ocasiones las redes sociales son un
buen medio de comunicación entre parientes lejanos, en otras generan una
barrera entre familias que viven en el mismo techo.
En mi consultorio cada vez es más
común escuchar frases como: “es que como puedo hablar con mi hijo se la
lleva en la computadora, antes solía comer en la mesa con nosotros pero ahora
le llevo la comida al cuarto para que coma, y cuando quiere decirme algo sólo
lo publica en los estados de Facebook”.
Otra de las cosas que he observado e
incluso, porque no decirlo: me ha ocurrido, es que al estar con un grupo de
amigos no se pueda convivir como se hacía años atrás, cuando la reuniones eran
para platicar. Ahora, algo que ocurre comúnmente es que cada persona se
encuentra utilizando alguna red social a través de su celular y sólo se acercan
para tomarse la foto y después subirla a la página, pero fuera de eso ya no
existe ninguna otra interacción.
Hace días al platicar con un amigo me
compartió una experiencia en la que al estar en una reunión le
presentaron a dos chicas de las cuales sólo conoció los nombres, y de lo demás
se enteró a través de su perfil de Facebook, pues durante las horas que estuvo
conviviendo con ellas se la pasaron revisando las actualizaciones de su página
personal.
Con la historia anterior quizá alguien
me diga que mi amigo era poco atractivo como para que las jóvenes le prestaran
atención, y se vale argumentar tal cosa, pero lo que sí es una realidad es que
cada vez son más las personas que se preocupan más por lo que sucede en su
página personal, que en lo que sucede a su alrededor.
Esta opinión, más que una columna, es
una invitación a reflexionar sobre el uso y la importancia que le estamos dando
en nuestra vida a las páginas personales; es para que al menos por un
momento pensemos qué tanto estamos descuidando nuestra realidad, las
oportunidades y las cosas bonitas que tenemos a nuestro alrededor.