miércoles, 10 de julio de 2013

CATARSIS



Paola Fuentes


Mi vida… mi perfil de internet

En los últimos años las redes sociales han tenido gran popularidad entre jóvenes, pero ha sido tal su éxito que ahora no sólo los jóvenes las utilizan, sino también las personas adultas y hasta los niños; incluso se ha convertido en buen medio para que las empresas promuevan sus productos y servicios.

Pero más allá de las ventajas económicas que se puedan obtener, las redes sociales son  un extenso tema que da mucho de qué hablar. Para algunos expertos se trata de una gran herramienta en la vida de las personas, mientras que para otros es una amenaza que promueve graves delitos, pero en este caso hablaré sobre algo que llama mi atención, y me refiero al aislamiento que genera en algunas personas.

Existe un clásico comentario que ha sido el centro de diversos chistes en el cual se hace referencia a que se tienen 4 mil 500 amigos agregados a la página personal y en el mundo real no se tiene ninguno, y sí, para muchos, esto sólo es un buen chiste, pero para algunos es meramente su realidad.

Las redes sociales contribuyen a que personas que tienen serios problemas de inseguridad y autoestima se aíslen  aún más, pues les permiten relacionarse con otros a través de una pantalla y de un teclado, sin necesidad de exponerse físicamente, y con la facilidad de mentir cuanto quieran al grado de vivir la fantasía que consideran jamás podrán tener en persona.

Y al hablar de aislamiento también me refiero a la división que he observado en los hogares, y en los grupos de amigos, ya que a pesar de que en muchas ocasiones las redes sociales son un buen medio de comunicación entre parientes lejanos, en otras generan una barrera entre familias que viven en el mismo techo.

En mi consultorio cada vez es más común escuchar frases como: “es que como puedo hablar con mi hijo  se la lleva en la computadora, antes solía comer en la mesa con nosotros pero ahora le llevo la comida al cuarto para que coma, y cuando quiere decirme algo sólo lo publica en los estados de Facebook”.

Otra de las cosas que he observado e incluso, porque no decirlo: me ha ocurrido, es que al estar con un grupo de amigos no se pueda convivir como se hacía años atrás, cuando la reuniones eran para platicar. Ahora, algo que ocurre comúnmente es que cada persona se encuentra utilizando alguna red social a través de su celular y sólo se acercan para tomarse la foto y después subirla a la página, pero fuera de eso ya no existe ninguna otra interacción.

Hace días al platicar con un amigo me compartió una experiencia  en la que al estar en una reunión  le presentaron a dos chicas de las cuales sólo conoció los nombres, y de lo demás se enteró a través de su perfil de Facebook, pues durante las horas que estuvo conviviendo con ellas se la pasaron revisando las actualizaciones de su página personal.

Con la historia anterior quizá alguien me diga que mi amigo era poco atractivo como para que las jóvenes le prestaran atención, y se vale argumentar tal cosa, pero lo que sí es una realidad es que cada vez son más las personas que se preocupan más por lo que sucede en su página personal, que en lo que sucede a su alrededor.

Esta opinión, más que una columna, es una invitación a reflexionar sobre el uso y la importancia que le estamos dando en nuestra vida a las páginas personales;  es para que al menos por un momento pensemos qué tanto estamos descuidando nuestra realidad, las oportunidades y las cosas bonitas que tenemos a nuestro alrededor.