martes, 7 de septiembre de 2010

COLUMNA DEL DIRECTOR



NUESTRA IMAGEN

*¿En qué estamos fallando? Primera parte
Por Raúl Campoy Robles.

Navojoa, Sonora. 07 Septiembre 2010.-  La lectura del subtítulo  de esta columna lleva al lector a cuestionarse en principio a su estilo de vida, al de su familia o a la de un conglomerado social que  cada vez más  se olvida de pensar  de donde viene y a donde va, en donde la crisis de valores humanos pone en riesgo a las presentes y futuras generaciones.

 Y es que en pleno siglo XXI  en el que el todo mundo corre a  prisa a su centro de trabajo, escuela,  a cumplir las obligaciones del hogar  o solicitar empleo, según sea el caso, la responsabilidad como valor humano se observa  en un reducido número de  personas, en particular de los padres de familia quienes tienen en sus hombros la construcción de un hogar en donde se preocupan y ocupan de mantener la integración familiar. También  existen otros que les importan una pura y dos con sal por decirlo de alguna manera, y dejan que el mundo ruede.

Reflexionemos un  poco al respecto y  volvamos la mirada  hacia atrás.
Para los nacidos en los cuarenta y cincuenta,  el orgullo reiterado es que se levantaban de madrugada a ordeñar las vacas con el abuelo, que tení­an que limpiar la casa, que lustraban sus zapatos, algunos fueron limpiabotas y repartidores de diarios.

Otros llevaban al taller de  costura la ropa que  se elaboraba en casa o tení­an un pequeño salario en la iglesia en donde ayudaban a oficiar la misa cada  madrugada, en pocas palabras  combinaban trabajo con estudios, los que tuvieron la fortuna de hacerlo ya que hay quienes no pudieron  o no quisieron estudiar, lo cual es respetable desde cualquier perspectiva.

Actualmente es común escuchar a los padres y madres  de familia decir:

'¡Yo no quiero que mi hijo pase los trabajos que yo pasé! Y  confunden  el verdadero amor hacia sus hijos complaciéndoles  en todo lo que ellos piden sin descanso, al grado de convertirlos en unos verdaderos  parásitos que no valoran lo que usted tiene con esfuerzo de su trabajo.

Ahora, en un plan de desacato y falta de respeto hacia los padres y los demás, los jóvenes deben ser llamados varias veces en la mañana para llevarlos a la escuela,
se levantan irritados, pues se acuestan muy tarde hablando por teléfono, viendo televisión o conectados a la Internet.

No se ocupan de que su ropa esté limpia y mucho menos pone un dedo en nada que tenga que ver con arreglar algo en el hogar.
Idolatran a sus amigos y viven poniéndoles defectos a sus padres, a los cuales acusan a diario de  ¡Te pasas!.
No hay quien les hable de ideologías, de moral y de buenas costumbres, pues consideran que ya lo saben todo.

Hay que darles su domingo  del que se quejan a diario porque 'eso no me alcanza'.
Si son universitarios, siempre inventan unos paseos de fin de semana como menos que uno sospecha es que regresarán con un embarazo o habiendo fumado un  churro de marihuana.

En caso de que consiguen un trabajo, sus ingresos no los administran y  hay que seguir manteniéndoles, en el peor de los casos renuncian  para engrosar más las filas del desempleo. Recordemos los millones de jóvenes que ni estudian ni trabajan, llamados sencillamente Ninis. Una verdadera vergüenza.

Me refiero a un segmento cada vez mayor de los chicos de capas medias urbanas  y rurales  que bien pudieran estar entre los 16 y los 24 años y que para aquellos padres que tienen de dos a cuatro hijos, constituyen un verdadero dolor de cabeza.
Para cerrar la primera parte de este espacio la pregunta que queda de tarea es la siguiente ¿En qué estamos fallando?

 Por su atención, gracias.